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La fotografía y los viajes en el tiempo.

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Hace algunos días encontré esta fotografía de mi viaje a India y de inmediato una serie de recuerdos inundaron mi mente. Tuve la suerte de que un gran amigo (Andrii Prudnikov) hiciera esta foto e inmortalizara una de las experiencias más hermosas y significativas que he vivido...


Decidí viajar desde Chile con mi guitarra "de palo", una tarea que en un principio pareció ser una buena idea, sin embargo en lo práctico significó un esfuerzo extra a considerar, además de un ocasional y evidente problema logístico, dadas las condiciones de mi viaje y sobre todo de mi destino.


Llegué a un hostel en Amritsar, frontera con Pakistán, y de inmediato hice algunos amigos, como cuando éramos niños y simplemente te hacías amigo de alguien incluso antes de conocerlo. En fin, mi guitarra despertó cierta curiosidad y con el pasar de algunos días, fui invitado a un lugar muy especial; una escuela para niños que vivían en una extrema pobreza, aunque no solo pobres materialmente, sino que muchos de ellos eran niños trabajadores de 5, 6, 7 años, hasta 12 y 15 los más grandes.


Un matrimonio de profesores había adaptado una azotea de un edificio sin ventanas, ni muchas comodidades la verdad, para ser usado como un salón de clases. Tenían una pizarra, cuadernos, libros, lápices y alfombras para sentarse en el suelo. No había sillas, ni mesas, ni lujos; solo la voluntad de 2 profesores, de enseñar a niños realmente con pocas oportunidades y mucha pobreza en el amplio sentido, a través de una malla curricular precisamente adaptada para ellos, para sus vidas, para su día a día.


En estricto rigor, ellos le enseñaban a estos niños lo que creían que realmente les serviría, considerando sus distintas, pero similares realidades. La mayoría de ellos trabajaba o ayudaba a sus padres durante las mañanas o en muchos casos durante gran parte del día, y luego asistían a este salón, donde las clases comenzaban cerca de las 4 de la tarde. Muchos de los niños asistían solo por la insistente petición y ruego de los profesores, quienes convencían a los padres acerca de la importancia de la educación que estaban recibiendo.



Como dije antes, fui invitado un día a tocar unas canciones, gracias a mi guitarra, y terminé yendo durante una semana a enseñar lo que sabía en una suerte de voluntariado espontáneo, junto a un fotógrafo y un par de otros viajeros, tratando de despertar una curiosidad en estos niños que no tardó en llegar. Todos ellos quedaron fascinados por el sonido y la magia de este instrumento, tanto así, que junto a unos Irlandeses, Ucranianos e Indios, entre otros, logramos juntar un poco de dinero para comprar un par de guitarras para la "escuelita".


Nunca vi niños tan felices cuando llegamos con las guitarras. Sus ojos brillaban y se peleaban por tocar los instrumentos. Fue un verdadero regalo haber sido parte de ese momento y me emociona el recuerdo de esos días en Amritsar. El sonido de las guitarras aún resuena en el fondo de mi cabeza, junto a la sensación del calor abrazador de India durante esos días sin prisa.


Es una locura como la fotografía te puede transportar en el tiempo, llevando consigo la poderosísima responsabilidad de mantener los recuerdos frescos en la memoria. Y no es que los momentos significativos no existan porque no exista una fotografía, sin embargo cuántos darían lo que fuera, por volver al menos por una fracción de segundo, a algún momento del tiempo espacio. Y eso es la fotografía finalmente; la captura de una serie de fracciones de segundo y momentos únicos e irrepetibles, que bien hoy con nuestra tecnología y capacidad de almacenamiento, podrían durar para siempre.


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Tremendo viaje en el tiempo me propició el encontrar estas fotografías, que hoy comparto con ustedes en esta historia.

Jamás olvidaré esos días... De cualquier modo ya fueron impresos por sublimación en lo profundo del universo.


*Por cierto, ésta es la canción que estaba cantando (con mucha emoción) en ese momento (última foto); "Una Señal", en cierto modo, otra historia de viajes en el tiempo...



En fin, gracias por leerme.

Claudio Ramírez C.

 
 
 

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