Hola, mi nombre es Claudio, y además de ser Fotógrafo soy Co-Productor y Emprendedor con CNL, lo que permite combinar dos de mis grandes pasiones; darle vida al Campeonato Nacional de Lucha (junto a mis grandes amigos de la vida), con la fotografía.
Soy un privilegiado al ver la Lucha Libre como nadie más la ve; desde el corazón de Ringside.
Desde todos esos rincones, que además de capturar con mi cámara quedan impresos en mi retina, me sumerjo en una aventura tras otra en busca de esos momentos que dejan a los fanáticos sin respiración, mientras me dejo llevar por la magia que provoca esta performance y lo real que finalmente todo termina siendo.
Pero hoy no escribo esta columna
como realizador, sino como fotógrafo,
en nombre de las fotos noblemente silenciosas y de los tantos suplex congelados en el tiempo.
El show está a punto de comenzar y yo ya estoy en las cuerdas. No sé con qué me voy a encontrar hoy, ni con qué me iré realmente a casa; y aunque la Lucha Libre es un género narrativo que nos va dando ciertas pistas, la fotografía en una obra tan viva es realmente impredecible.
Miro a mi alrededor y veo a cada una de las personas que hace posible la realización del show (mis amigos y compañeros de trabajo) en su posición, y yo no soy la excepción, con la diferencia que estoy en el mejor lugar del venue moviéndome alrededor del ring, sólo para ver si puedo capturar algo aún más asombroso que lo anterior a través de mi lente, con mi cámara como única arma -Un sueño para cualquier fanático-.
Como siempre, voy calibrando y tanteando el terreno haciendo algunas fotos del talentoso presentador Andy Strummer, quien es el primero en pisar el ring con la configuración de luces que determinará el parámetro para hacer fotos durante todo el resto del show, sin embargo la primera lucha no se hace esperar, y como diría Pedro Pablo (Ex-Campeón Nacional); ÉSTE ES MI MOMENTO!
A pesar de que la Lucha Libre está llena de situaciones límite, demostraciones de fuerza y coreografías hipnotizantes, nada me asegura que voy a estar, por ejemplo, del lado correcto de la acción, o que voy a poder capturar la escena en el instante más importante de su desarrollo. Para esto es vital saber perfectamente quién está sobre el ring, cuáles son sus capacidades, sus movimientos y golpes recurrentes, aunque por sobre todo, es vital saber decidir qué batallas pelear y qué batallas no. Con esto me refiero a tener el criterio para determinar qué situaciones vale realmente la pena registrar.
Pasa mucho en la fotografía de este tipo de espectáculos (eventos deportivos) que por tratar de hacerlo todo y tener la mayor cantidad de opciones de un misma misma instancia, terminas llegando a tu casa con cientos de disparos (o al menos un número ridículamente alto), lo que conlleva a muchísimas horas de revisión de material, la clásica lucha interna respecto a la elección de una imagen entre un montón de fotos parecidas y lo más laborioso de todo, la colorización y trabajo de revelado de las imágenes seleccionadas.
También ocurre que, a pesar de que en un show cuya iluminación está cuidadosamente determinada y que en teoría todas las fotos deberían ser más o menos parecidas (manteniendo una coherencia visual), hay diferencias gigantescas, y desde mi punto de vista es por razones obvias; tan obvias como el porqué los fanáticos deciden darlo todo por un luchador determinado, más que por otro; Me refiero a la imagen misma de un luchador y su capacidad de hacer que su personaje cobre tanto valor en la historia que se está contando y en su presencia sobre el ring, que sea imposible no querer atesorar un fragmento de tiempo que haga honor a lo que ahí está ocurriendo. Y aunque todos los luchadores tienen algo interesante en su esencia, por ejemplo personajes como Perfecto Bundy, más allá de su capacidad luchística, tienen un carga cinematográfica que agrega dramatismo a la escena sólo con su presencia. También ocurre esto con Ariel Levy por su capacidad de manejar al público y a su propio personaje. O como Chuck Falcon, Sobredosis, Rocket, Pedro Pablo y Alessandro, quienes van aportando espectacularidad con sus saltos desde la tercera cuerda y su increíble capacidad para asombrar al público con su técnica.
Y así es como entre cada lucha voy registrando todo lo que llama mi atención. Por ejemplo, cada vez que alguien sube a la tercera cuerda, significa para mí un momento a tener en cuenta, aunque como mencioné anteriormente, nada me asegura estar del lado correcto de la acción.
También es bueno escuchar al público. Resulta que en algunas ocasiones me sumerjo registrando un momento en particular, cuando la acción paralela terminan siendo mucho más atractiva. Es ahí cuando los gritos y vitoreos de la fanaticada me ayudan filtrar la atención.
El Ringside es sin duda mágico. Me permite estar más cerca que cualquier espectador, y puedo apreciar los gestos, el dolor, el profesionalismo y cada detalle que ocurre sobre la lona.
También puedo ver las reacciones del público y atestiguar desde la vereda contraria como cada fanáticos es sorprendido por los luchadores.
Apenas termina el show, termina también mi propia lucha; y aunque no es un trabajo fácil, tiene una tremenda recompensa.
Me llevo a casa un registro que quedará para siempre. Me llevo los
Suplex, DDTs, Headlocks, las risas y todas esas emociones capturadas en una fracción de segundo, mientras dejo mi corazón en Ringside; después de todo, la lucha es tan real como las emociones que te hace sentir.
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