Fue ciertamente una época rara de mi vida, y bueno, viendo estas fotos en retrospectiva también cuentan un poco una historia a lo menos un milímetro bizarra.
Aunque en realidad me refiero sólo al resultado, ya que inicialmente todo comenzó como un juego.
Corría el año 2015 y yo solía imprimir mis fotografías en grandes números. Siempre he creído que las fotos deben imprimirse y llegar a las manos de quien aprecie el momento. De nada sirve un montón de fotos en un disco duro, si es que no hay nadie que las vaya a disfrutar, a ver, a observar...
Fue así como dentro de un lote de alrededor de 500 fotografías, apareció este retrato, que casi calzaba perfecto con las facciones de un rostro humano promedio.
Así fue como junto a algunos amigos e incluso mi propia madre, fuimos jugando con estos retratos como máscaras, apreciando desde el primer segundo el look freak que salía de cada intento.
Creo que sí mismo, el retrato no tenía un valor mayor al el que cobró finalmente con este "juego" colectivo. Era una foto mía más bien plana, normal si se quiere decir; sin embargo sobrepuesto en el rostro de cada persona fue siendo algo más.
Siempre he pensado que los retratos (y la fotografía en general) son o comprenden actos terapéuticos. Poder verse y capturar eso que realmente somos, los momentos, las emociones y los distintos estados que quedan grabado junto a la fotografía.
Poder verse más allá del espejo y al mismo tiempo reflejarse en el otro es una oportunidad que no hay que dejar pasar.
En un mundo con tantas selfies y filtros perfectos, valía la pena experimentar con algo más real y sin tantos algoritmos de belleza de por medio.
Hay que verse en realidad; y con esto no digo que los retoques y los filtros estén del todo mal, sino que más bien no deberíamos abusar de ellos para mostrar una faceta y lado nuestro que en realidad no es como somos.
Los estándares de belleza en los medios masivos y la publicidad han hecho que, sobre todo las mujeres, vivan en una lucha constante con sus cuerpos y la realidad más allá de los filtros, maquillajes, peso, etc...
Yo creo que a esta altura ya no estamos para tanto maquillaje; la belleza de lo real no requiere photoshop ni polvos mágicos... Sólo basta que nos miremos como realmente somos y podamos apreciar nuestra grandeza, por rara y única que sea.
Claudio
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